viernes, 19 de abril de 2013

Olor a cera y a canela



El último día de colegio antes de las vacaciones de Semana Santa, me encantaba abrir la puerta de mi casa e impregnarme de ese olor a canela, propio de los dulces que tradicionalmente se hacen en cada hogar para estas fechas.
En la mía se empezaba por los rosquillos y pestiños, luego pasábamos a la leche frita (favorita de mi abuela y mía), el arroz con leche y natillas con merengue y galletas, todos ellos con un ingrediente común, la canela.
En una de las habitaciones que durante el día servían como comedor y durante la noche se convertía en dormitorio con una cama mueble, mi abuela y mis tías abuelas, ponían toda clase de bandejas llenas con estos manjares. El olor inundaba toda la estancia repartiéndose a su vez por toda la casa. Hasta llegar aquí, todo era un revuelo de cacharros en la cocina, tres mujeres cocinando a la vez y los niños, mis hermanos y yo, revoloteando alrededor y metiendo las manos en masas como si de un juego se tratara. El aroma a canela predominaba sobre los demás y a mí me hacía sentir que ya estábamos en vacaciones de Semana Santa. Unas vacaciones en el que otro olor también me indicaba que llegaban días de descanso de obligaciones escolares, el olor a cera de las velas en las procesiones.
Eran días de llegar tarde a casa viendo encerrarse hasta la última cofradía, saliendo temprano para ver por las calles más típicas de la ciudad, la belleza de los pasos que salían de sus Templos para hacer su estación de penitencia, mezclándose con el esplendor que relucía el paisaje de la ciudad en esta época de primavera. El olor a cera de vela de las mantillas e incluso el del incienso, me recordaban que ya estábamos en esa Semana que nosotros vivíamos de forma tan especial . Y es que de los cinco sentidos que tenemos, quizás sea el del olfato el que nos lleve más cerca del recuerdo y la felicidad y nos aporte esos dos segundos tan placenteros del momento en cuestión.
A mí son estos dos aromas, cera y canela, los que me hacen sentir esos momentos tan felices que viví en el pasado durante la Semana Santa. Los dos se quedaron en mi recuerdo como si de un legado valioso se tratara. El aroma a canela se lo debo a mi abuela, a sus dulces,a su modo de cocinarlos y su modo de transmitir ese amor por lo que hacía. El de la cera, a mi padre. Erudito de la Semana Santa de su ciudad, nos enseñó a movernos por cada uno de los rincones más típicos de ella, buscando la belleza de cada cofradía y explicándonos todos los detalles de cada una de ellas, mientras veíamos pasar las largas filas de penitentes y mantillas con sus velas, dejando a su paso ese olor tan particular que tiene la cera caliente en la calle en los días de primavera.

Para esta ocasión hay una música obligada. Fueron muchos años los que me pasé escuchando unas y otras. Me refiero a las Marchas Procesionales. Me voy a quedar con una, "Amarguras" ,es la que más le gustaba a mi padre y volverá a sonar para él.

La leche frita era el dulce estrella de mi abuela por estas fechas. La gracia era que no tenía medidas para los ingredientes, los echaba, removía y ¡ya está! y hoy lo vamos a comer en Dos Segundos, para ella y por ella.

* En memoria de mi abuela y de mi padre 



Leche frita

Ingredientes
. 1lt de leche.
. 9 cucharadas de madera de maicena.
. Azúcar (al gusto, pero como diría mi abuela," dulcecica")
. Más azúcar para rebozar al final.
. Cáscara de limón.
. Una rama de canela.
. Canela molida para rebozar.
. Huevo.
. Harina.

Elaboración

Ponemos a calentar la leche junto con la rama de canela, el azúcar y la piel del limón hasta que casi empiece a hervir. Retiramos y dejamos enfriar, pero cuando esté llegando al punto de tibia, añadimos la harina. Removemos para que no se hagan grumos y volvemos a poner al fuego. Ahora viene lo difícil, hay que conseguir un punto de espesor de la masa que no esté ni demasiado blando ni demasiado duro. No puede quedar como la masa de croquetas, tiene que estar algo más blanda. Se vierte en un plato o fuente plana y se deja enfriar. Una vez fría, se corta en cuadrados, se pasan por harina y huevo y se fríen en abundante aceite caliente, pero cuidando de ir bajando el fuego para que no se nos queme el rebozado y el interior se quede crudo.
Se escurren en papel de cocina y se pasan por azúcar y canela.
* Aconsejo comer al día siguiente de su elaboración, han cogido mejor los sabores.