domingo, 25 de octubre de 2015

Pero...¿Qué pinto yo aquí?

Nunca me gustaron los gimnasios. Siempre los comparé con jaulas de hamster, donde toda su fauna se mueve al unísono. La nueva estética de estos lugares, grandes ventanales a la calle, muestran a todos esos animalitos moviédose en la ruleta, casi agonizando por conseguir...¿un cuerpo de revista?, ¿algo menos de barriga y algo más de músculo?, ¿Estar más saludable...menos colesterol, nivel de azúcar en su punto? ¿Llegar al fin de semana y tomarse las cervezas que el cuerpo admita, sin tener remordimiento? o quizás lo que se busque no sea nada de esto, simplemente salir de la rutina, tener un lugar donde ir, donde relacionarse.
Cada cual, tendrá su motivo.
 Dicho todo esto y siempre haciendo alusión a ese refrán de "No digas nunca de ese agua no beberé"... ¡¡¡Estoy apuntada a un gimnasio!!!
Mi motivo, actividades extraescolares. ¿Otro motivo? Un precio razonable.Así que teniéndome que tragar eso de ¿Yo en un gimnasio?, he preparado mi mochila,  me he comprado ropa de gym y...
¡A sudar!
Lo primero que hay que hacer al entrar a un gimnasio es, aprender idiomas: Core Extrem, Body Combat, ,Sh`bam, Body Pump, Body Balance y un largo etc de Bodys.
El primer día me sentí como una hormiguita en un parque zoológico...
Pruebo el Body Combat y veo cuerpos esculturales, de chicos y chicas como recién sacados de una revista de modelos, y entro yo con mi metro cincuenta y poco y pienso...¿¿¿Pero qué pinto yo aquí???
Me sitúo al final del aula y observo.


Comienza la clase y a ritmo de música estridente, esa que mi amigo Luís llama música infernal, empiezan a hacer una coreografía con pasos de boxeo, y como si del mismísimo Rocky Balboa se tratara, comienzan a dar puñetazos a un contrincante imaginario, todo ello mezclado con patadas de kárate y de alguna otra arte marcial, incluso con algo de Capoira.
Empiezo a imitar a la monitora y a los alumnos aventajados que tengo delante.
Cuando ellos van a la derecha, yo lanzo puñetazo a la izquierda, cuando ellos dan patada a la izquierda, yo la doy al frente, sin darme cuenta, tengo un lío de brazos y de piernas que no sé como desliarlo. En otra cosa que me fijo, es en que todos los que ya tienen algo de experiencia, llevan guantes.
Casi al finalizar la clase, parece que he cogido más el ritmo y aunque más lenta que ellos, pero consigo coordinar movimientos. Me duele todo el cuerpo. Parece que todos los puñetazos lanzados al aire, han ido a mi metro cincuenta y poco y sigo pensando...¿¿¿Pero qué pinto yo aquí???
 No solo salgo molida sino que salgo con sensación de ridículo, cuando la monitora me para y me dice que si he practicado antes esto. Me duele tanto el cuerpo que no me salen ni las palabras. Como puedo, le contesto que es mi primera vez ,a lo que ella con cara extrañada me dice que quien lo diría, que he coordinado perfectamente y he aguantado muy bien la dureza de la clase.
Ahora la que se queda desconcertada soy yo, miro para atrás por si no es a mí a quien se dirige, pero veo que no queda nadie detrás de mí...de hecho, no lo ha habido antes tampoco.
Y me voy con un subidón terrible...pero...¡¡¡si era un ovillo de lana mal liado!!!
Ahora ya no pienso en el dolor de mi cuerpo, ahora , pienso que tengo que ir a comprarme unos guantes como los que lleva todo el mundo.


Así que, casi cuando estaba a punto de caer al suelo medio muerta de la paliza,  no sólo no lo hice sino que lo que para mí era impensable,volver, ha pasado a ser parte de mi rutina semanal.
En tan solo dos segundos, alguien me cambió mi modo de ver estos lugares.


Hoy el enlace de mi pensamiento con la receta debería ser algo saludable y bajo en calorías, por aquello del gimnasio.
Pues no, os voy a dar una receta de pizza casera de mi amiga Kika, que es lo que me apetece comer siempre que salgo del gimnasio...y me la como. Es mucho desgaste el que hago y hay que reponer fuerzas, que luego el día a día es muy duro, casi más que el gimnasio.



Ingredientes:
.  Levadura.
. 50gr de aceite.
. Un vaso de agua.
. 400gr de harina de fuerza.

Elaboración:
Mezclar todos los ingredientes, amasar un buen rato y dejar reposar una media hora en un lugar templado.
Encender el horno a 180º o 200º, extender la masa en una bandeja de horno previamente untada con un poco de aceite y echar por encima tomate y queso mozzarella rallado.
A continuación poner los ingredientes a vuestro gusto.
Meter en el horno durante 20 ó 30 minutos.

 Sí os voy a poner como música algo relajante, no todo van a ser estridencias y pasarse del límite.
Ederlezi de Dikandahttps://youtu.be/ep1PSG2rwzc?list=PLwd2sF9imyGkqOoOcRe3Nu9hZKVZQqf_R
Ahora os recomiendo que os sentéis tranquilamente y despues de haberos tomado un buen trozo de pizza, os hagáis una infusión, la que cada uno guste, incluso aquellos que no tienen problemas con el sueño, un buen café, y escuchéis detenidamente esta canción.
Despuès de una dura jornada los Dos Segundos me vienen al instante, por el correr diario, por la dureza de una clase de Body Combat, por un trozo de pizza que resucita a un muerto, por una taza de té de especias y la buena música de Dikanda.



martes, 21 de julio de 2015

El imperio de los sentidos

Hace casi un año, tuve la gran suerte de viajar a una de las ciudades más bonitas que puedan existir. En mi corto recorrido por el mundo, si alguna ciudad de las que he visitado, merece la denominación de Imperio de los Sentidos, es Estambul.
En esta entrada no voy a dar consejos, ni recomendaciones de lo que hacer en esta ciudad. Para ello hay maravillosos blogs, que a mí me sirvieron de guía, además de consejos de amigos que ya habían estado allí.
Siguiendo la política de Dos Segundos, voy a transmitiros todas las sensaciones que pude experimentar al pisar aquel suelo, tan lejos y al mismo tiempo, tan cerca de nosotros.


Nada más llegar, cada uno de mis sentidos, se multiplicaron al cien por cien. La vista, olfato, gusto, oido en incluso el tacto, se fundieron en uno solo. Comprendía perfectamente a todos los que me habían dicho que sería un lugar que me enamoraría.
Curiosamente fueron muchos años atrás, los que me negué rotundamente a viajar hasta allí. Prejuicios infundados, miedo a no sé muy bien qué...a volar...un no muy personal, que me hizo desaprovechar esa oportunidad de haber sido años antes, cuando descubriera esta maravillosa tierra.
Sí, me enamoré nada más llegar. Fue como si algo me dijera..."bienvenida a casa". Y así es como realmente, sus gentes, su paisaje, los olores, sus sonidos hacen que te sientas. Todo te envuelve.
Los estambuleños son gente amable, dispuesta a ayudar en todo lo que puedan, con sentido del humor, respetuosos, buenos anfitriones con el invitado, gente que sabe vivir y disfrutar de lo más sencillo.
En cuanto a su paisaje, cualquier calle, plaza, rincón, monumentos, el mar... tienen ese algo especial que no sabes porqué, pero te gustan. Lugares por los que han pasado civilizaciones distintas haciendo que la mezcla de todas, sea eso mágico que tiene la ciudad.



En cuanto al sentido del gusto...aquí sería imposible dejar de escribir. Su gastronomía es espectacular, mediterránea al cien por cien con el toque característico del caracter de sus gentes.




El sentido del oído se desarrolla en el bullicio de sus calles, pero sobre todo cuando oyes desde cualquier punto de la ciudad, la llamada a la oración.
Seas creyente o no, hace que te envuelva en algo que roza casi lo divino.



El tacto, es la Ciudad en sí. Desde que pones los pies en su suelo, empieza la caricia. Como si unas manos invisibles te envolvieran y acariciaran desde los pies a la cabeza, impregnándote de toda la esencia que existe allí, mezcla de todos los sentidos a la vez.
Fueron muchos segundos los vividos en Estambul durante una semana, viendo, oliendo, saboreando, escuchando, y por supuesto tocando y dejándome acariciar...y está claro que volvería para poder sentir lo mismo aunque sólo fueran durante DOS SEGUNDOS.

Hoy vamos a dejarnos acariciar el oído con Omar Faruk... 
 


Y la caricia en el paladar nos la van a dar unos exquisitos Baklawas, dulce típico de Turquía a base de pasta filo, pistachos, almendras, ralladura de limón, azúcar y agua de azahar.




INGREDIENTES:

- Pasta Filo (venta en hipermercados)
- 1,5kg de pistachos.
- 500 gr de almendras.
- Azúcar (al gusto...4 ó 5 cucharadas soperas)
- Ralladura de 1 limón.
- Agua de azahar (un chorreón)
- Mantequilla (una tarrina)
- Miel (un par de cucharadas)
- Canela

ELABORACIÓN:

Ante todo...mucha paciencia.

Comenzamos pelando los pistachos, escaldándolos en agua y quitándoles la piel. Partimos las almendras y hacemos lo mismo.
Una vez pelados los pistachos, los trituramos, pero sin que se hagan harina, tiene que quedar algo de granito. Les añadimos azúcar al gusto (yo pongo un par de cucharadas soperas), canela (también al gusto) y un chorro de agua de azahar. Lo mezclamos todo y dejamos unas cuantas horas para que se mezclen todos los sabores.
Con las almendras hacemos lo mismo. Trituramos una vez peladas, le añadimos azúcar un poquito de canela (menos que a los pistachos), ralladura de un limón y agua de azahar. Dejamos también un par de horas.
Sacamos del envoltorio la pasta filo y mojando un trapo que no suelte pelusa (es muy importante este paso, porque la pasta es muy fina y se seca de inmediato) lo ponemos encima de la pasta extendida.

Calentamos la mantequilla para que se funda y se mantenga así todo el rato, al baño María. Con una brocha de cocina, enmantequillamos el fondo de una bandeja de horno, que sea algo alta.
Cogemos la primera capa de pasta con mucho cuidado. Al ser muy finas, se rompen con mucha facilidad, y la ponemos de base en la bandeja de horno. Volvemos a pintar con mantequilla esa primera capa y volvemos a poner otra hoja de pasta, encima de la anterior, volviendo a pintar con mantequilla. Así, se repite el proceso con unas 10 capas de pasta. Pasta, mantequilla, pasta, mantequilla...quedando la base de este dulce formada por unas 10 capas de pasta. Cuando tengamos la última puesta, añadimos la mezcla de pistachos y repartimos uniformemente. Y volvemos a comenzar el proceso de capas de pasta. En esta segunda vez, en lugar de 10, se nos pueden quedar en 7capas. Encima de la última, repartimos ahora la mezcla de almendras para comenzar la última fase de capas de pasta. Volverían a ser 10 otra vez. Puesta la última capa de pasta, se añade por encima la mantequilla fundida que quede.
No se corta ahora.
Se mete al horno previamente calentado a 180º durante 20 minutos. MUY IMPORTANTE...NO QUITAR OJO DE ENCIMA...SE QUEMA MUY RÁPIDO.
A los 20 minutos más o menos, si se van tostando rápido se hace antes, se sacan y se parten en cuadraditos, y se vuelven a meter al horno hasta que se vean dorados.
Mientras se hace un almibar con azúcar, agua y un chorrito de agua de azahar. Cuando esté hecho, se le agrega dos cucharadas de miel.
Con este almibar, se riegan los pastelitos, insistiendo en que el almibar penetre en las juntas de haberlo cortado.
Cuando esté casi frío, se espolvorea por encima con pistachos pelados y triturados, a modo de adorno.

Por último decir que es un dulce muy calórico pero que nadie se puede prohibir, al no ser por motivo de salud...os aseguro que es un bocado de dioses.
Tomadlo con un buen té verde con hierbabuena fresca.

lunes, 28 de octubre de 2013

Crónicas Aéreas.





Destino: Londres.

Hora de salida del vuelo: 2'10 am.(Para que nos entendamos, las dos de la mañana).
Lugar de salida: Málaga, aeropuerto Pablo Ruíz Picasso.
Hora de llegada: 4'00 am (hora de llegada inglesa, le quitamos una hora).
Total horas de vuelo: tres horas menos diez, aproximadamente.
Lugar de llegada: aeropuerto de Gatwick.
Duración de la estancia en Londres: 6 días, 5 noches.

Todo un sueño para cualquier mortal, sólo que... hay un problemilla ¡Tengo pánico a volar!
Es la 5ª vez que lo hago entre idas y regresos. Muy poco para muchos, mucho para otros, para mí...¡Tengo pánico a volar!
Con todo el cariño del mundo, días antes, los que me conocen y saben de este pánico en mi persona, me llaman para darme ánimo, me mandan mensajes al móvil, me aconsejan...pero sobre todo me dicen que ese pánico desaparecerá a base de volar muchas veces.
Unos tres días antes, mi estómago parece que se ha separado del resto de mi cuerpo. Cada bocado que ingiero, pasa de la boca al esófago y...ahí se queda sin saber para donde tirar, porque no puede bajar más, sólo quiere salir por donde ha entrado.
Las manos me tiemblan considerablemente. El corazón suena, suena, retumba y casi explota.
Lloro y lloro, empiezo a mirar todo lo que me rodea como si fuese la última vez que lo voy a ver.
El carácter...mejor ni mencionarlo.
Mis hijos (que no nos acompañan)...¡ay mis hijos!
Y... llega el esperado y temido día. Llegamos al aeropuerto, ¡no hay nadie! ¿Qué pasa? Los restaurantes y comercios cerrados, los asientos vacíos, mostradores de facturación cerrados...
Miro a un lado y a otro, empiezo a sudar e intento comer algo que llevo en el bolso. ¡Lo consigo, me pasa al estómago!. No sé cuanto tiempo me va a durar dentro y empiezo a pensar..."dos segundos, dos segundos, necesito mis dos segundos" ¿Dónde están? Hoy no los he encontrado, los tengo que buscar...pero no aparecen por ningún lado.
Nos esperan dos largas horas para poder embarcar y no sé como voy a sujetar mi cuerpo. Quiero empezar a correr por toda la sala (enorme), hasta agotarme y quedar rendida y como un niño pequeño, que me cojan en brazos sin despertarme y sin enterarme de nada, abrir los ojos y estar en ¡Londres! .

Empiezan a llegar algunos viajeros con los que compartimos vuelo. Les miro, parecen tranquilos.Pero... tampoco me trae paz la tranquilidad de los demás.
Y...llega la hora de embarcar: nos quitamos zapatos, cinturones y todo objeto metálico que pueda hacer sonar la alarma de que llevas algo sospechoso encima...pasamos sin problema el control. Volvemos a recomponernos.
Deambulamos un poco por una tienda de perfumes, comida, bebidas...pero nada me llama la atención. Me siento como perro perdido en un centro comercial. Bajamos interminables rampas automáticas, atravesamos pasillos que parecen no llevar a ninguna parte y llegamos a la sala de embarque. ¡Ya no puedo más! ¡Voy a correr, a gritar...! Entregamos la tarjeta de embarque y volvemos a caminar por un largo pasillo hasta que al fondo...¡allí está... la puerta de entrada al avión!¡La puerta de entrada a un viaje idílico! Los instantes en los que atravieso esa puerta, no los puedo describir, es como si todo me diera vueltas alrededor, y de pronto me veo en el asiento correspondiente a mi billete y con el cinturón bien apretado. No sé como lo he hecho, ni siquiera sé si lo he hecho yo. Los motores empiezan a rugir, mis nervios me han dejado en silencio e inmóvil. Ahora entiendo eso del "silencio de los corderos" y... ¡empieza a moverse!. Una guapa azafata, inglesa por supuesto, nos enseña como utilizar esos artilugios del demonio en caso de... ¡Dos segundos, por favor, dos segundos, hoy son vitales!¡Qué pare de hacer gestos con las manos! ¡En caso de...lo que menos voy a hacer, es mirar debajo del asiento para coger el chaleco ni tirar de ninguna anilla! Pienso en muchas cosas a la vez y me aturdo, mi marido intenta distraerme, me da la mano. El pasajero que hay junto a mí, un inglés que viene de Marbella de jugar al golf , me mira, me sonríe, se acomoda para dormir y se duerme. ¿Pero cómo se puede dormir? ¡Claro, es lo normal que deberíamos de hacer todos, son las 2 de la madrugada!
¡¡Y... despega!! ¡¡Empiezo a marearme!!Pero ahora no me puedo levantar...y aunque pudiera...creo que no tengo piernas, ni cuerpo, ni nada, se me ha ido todo.
En poco tiempo, nos podemos quitar el cinturón y retrepar el asiento para estar más cómodos... yo sigo con el cinturón puesto y el respaldo erguido. Mi asiento puede parecer el "asiento fantasma", parece que no hay nadie. No me muevo, no hablo, casi no respiro. Miro a mi izquierda y mi marido también se ha dispuesto a dormir. ¿Qué hago? De repente, parece que mi cuerpo empieza a volver muy poco a poco a su sitio. Empiezo a mover los dedos, las manos, estiro un poco las piernas y en mi agonía interior algo de tranquilidad, empieza a sentirse. Puedo moverme hasta sacar del bolso que llevo colgado, una libreta y un bolígrafo. Los dejo sobre mis piernas un buen rato. No puedo escribir, mi cabeza está vacía. Siento tantas cosas a la vez, que casi no siento nada. De repente, una canción viene a mi pensamiento, Oh Darling, The Beatles y es la que me arranca la vida.
Empiezo a relajarme, mi cabeza se empieza a aclarar algo y me viene la idea de escribir todas esas sensaciones que desde hace días, habitan junto a mi. Luego pienso, podría llevarlas a una entrada en el blog y...aquí estoy.
Mientras escribía, volvió a aparecer la guapa azafata y nos ofreció algo de comer y beber. Incluía algo salado y algo dulce. El dulce fue una exquisita tarta de zanahoria,de lo poco gastronómicamente hablando, junto con el té que es bueno en estas tierras. Entonces...sin buscarlos...¡ encontré mis dos segundos!
El viaje concluyó felizmente, pero tengo que decir una cosa más...el miedo a volar...jamás se me quitará, pero no dejaré de subirme a un avión si es necesario para poder pasar días tan extraordinarios como los que vivimos en Londres.
¡Buen viaje y buen provecho!

Tarta de zanahoria londinense.


Ingredientes

. 215gr de harina.
. 165 gr de zanahorias peladas y ralladas.
. 200gr azúcar extrafino.
. 1 y 1/2 cucharadita de bicarbonato.
. 1 cucharadita de levadura en polvo.
. 1         "       de canela.
. 1/2 cucharadita de clavo en polvo, nuez moscada y un poco de sal.
. 150ml de aceite de oliva.
. 3 huevos.
. 125 gr nueces picadas.
. 150 gr de pasas (opcional).

Para el glaseado

. 225gr de crema de queso.
. 75 gr de mantequilla.
. 2 cucharaditas de extracto de vainilla.
. 450 gr de azúcar glasé tamizado.
. Ralladura de cáscara de naranja.

Elaboración

- Calentar el horno a 180ºC. Cubrir con papel el molde dónde se vaya a cocinar.
- En un bol, mezclar la harina tamizada, el azúcar, bicarbonato, levadura, especias y la pizca de sal.
- En otro recipiente, batir los huevos y el aceite. Agregarlos a la mezcla de harina y mezclar bien. Incorporar las zanahorias, nueces y en su caso, las pasas.
- Verter en el molde. Hornear 30 ó 35 minutos. Dejar enfriar.

Glaseado

Con batidora mezclar el queso, la mantequilla y la vainilla hasta que quede una pasta suave,incorporar poco a poco el azúcar y la ralladura de naranja. Extender por la superficie de la tarta y por el medio (abriendo ésta por la mitad)cuando esté fría.


viernes, 19 de abril de 2013

Olor a cera y a canela



El último día de colegio antes de las vacaciones de Semana Santa, me encantaba abrir la puerta de mi casa e impregnarme de ese olor a canela, propio de los dulces que tradicionalmente se hacen en cada hogar para estas fechas.
En la mía se empezaba por los rosquillos y pestiños, luego pasábamos a la leche frita (favorita de mi abuela y mía), el arroz con leche y natillas con merengue y galletas, todos ellos con un ingrediente común, la canela.
En una de las habitaciones que durante el día servían como comedor y durante la noche se convertía en dormitorio con una cama mueble, mi abuela y mis tías abuelas, ponían toda clase de bandejas llenas con estos manjares. El olor inundaba toda la estancia repartiéndose a su vez por toda la casa. Hasta llegar aquí, todo era un revuelo de cacharros en la cocina, tres mujeres cocinando a la vez y los niños, mis hermanos y yo, revoloteando alrededor y metiendo las manos en masas como si de un juego se tratara. El aroma a canela predominaba sobre los demás y a mí me hacía sentir que ya estábamos en vacaciones de Semana Santa. Unas vacaciones en el que otro olor también me indicaba que llegaban días de descanso de obligaciones escolares, el olor a cera de las velas en las procesiones.
Eran días de llegar tarde a casa viendo encerrarse hasta la última cofradía, saliendo temprano para ver por las calles más típicas de la ciudad, la belleza de los pasos que salían de sus Templos para hacer su estación de penitencia, mezclándose con el esplendor que relucía el paisaje de la ciudad en esta época de primavera. El olor a cera de vela de las mantillas e incluso el del incienso, me recordaban que ya estábamos en esa Semana que nosotros vivíamos de forma tan especial . Y es que de los cinco sentidos que tenemos, quizás sea el del olfato el que nos lleve más cerca del recuerdo y la felicidad y nos aporte esos dos segundos tan placenteros del momento en cuestión.
A mí son estos dos aromas, cera y canela, los que me hacen sentir esos momentos tan felices que viví en el pasado durante la Semana Santa. Los dos se quedaron en mi recuerdo como si de un legado valioso se tratara. El aroma a canela se lo debo a mi abuela, a sus dulces,a su modo de cocinarlos y su modo de transmitir ese amor por lo que hacía. El de la cera, a mi padre. Erudito de la Semana Santa de su ciudad, nos enseñó a movernos por cada uno de los rincones más típicos de ella, buscando la belleza de cada cofradía y explicándonos todos los detalles de cada una de ellas, mientras veíamos pasar las largas filas de penitentes y mantillas con sus velas, dejando a su paso ese olor tan particular que tiene la cera caliente en la calle en los días de primavera.

Para esta ocasión hay una música obligada. Fueron muchos años los que me pasé escuchando unas y otras. Me refiero a las Marchas Procesionales. Me voy a quedar con una, "Amarguras" ,es la que más le gustaba a mi padre y volverá a sonar para él.

La leche frita era el dulce estrella de mi abuela por estas fechas. La gracia era que no tenía medidas para los ingredientes, los echaba, removía y ¡ya está! y hoy lo vamos a comer en Dos Segundos, para ella y por ella.

* En memoria de mi abuela y de mi padre 



Leche frita

Ingredientes
. 1lt de leche.
. 9 cucharadas de madera de maicena.
. Azúcar (al gusto, pero como diría mi abuela," dulcecica")
. Más azúcar para rebozar al final.
. Cáscara de limón.
. Una rama de canela.
. Canela molida para rebozar.
. Huevo.
. Harina.

Elaboración

Ponemos a calentar la leche junto con la rama de canela, el azúcar y la piel del limón hasta que casi empiece a hervir. Retiramos y dejamos enfriar, pero cuando esté llegando al punto de tibia, añadimos la harina. Removemos para que no se hagan grumos y volvemos a poner al fuego. Ahora viene lo difícil, hay que conseguir un punto de espesor de la masa que no esté ni demasiado blando ni demasiado duro. No puede quedar como la masa de croquetas, tiene que estar algo más blanda. Se vierte en un plato o fuente plana y se deja enfriar. Una vez fría, se corta en cuadrados, se pasan por harina y huevo y se fríen en abundante aceite caliente, pero cuidando de ir bajando el fuego para que no se nos queme el rebozado y el interior se quede crudo.
Se escurren en papel de cocina y se pasan por azúcar y canela.
* Aconsejo comer al día siguiente de su elaboración, han cogido mejor los sabores.








miércoles, 6 de marzo de 2013

La anciana María


Conocí a María una fría mañana de invierno. Una mujer de aspecto frágil, estatura baja, delgada, pelo blanco como la escarcha, piel tostada y una cara... de ángel. Muy sencilla en el vestir, casi rozando... la pobreza. No llevaba abrigo, ni prenda alguna que, para el frío que ese mes de enero nos ofrecía, protegiera su débil cuerpo de anciana. Una simple rebeca encima de un fino jersey cubría su torso, calcetines tobilleros en lugar de medias y unas zapatillas de andar por casa, que era lo único que le permitían ya sus pies.
Me encontraba en mi centro de trabajo.
María se acercó a mí para hacerme una pregunta, le contesté y le ofrecí mi ayuda inmediatamente para lo que me había preguntado.
Desde ese día, María aparece y desaparece como por arte de magia.
 Cada vez que pasa por allí, entra a saludarme y a charlar conmigo, ¡me encanta!. Si no me encuentra, pregunta  por mí y al cabo de un tiempo, vuelve a aparecer y me dice:
- pasé por aquí y pregunté por usted, pero me dijeron sus compañeros que estaba en otro sitio trabajando... ( hace casi diez años que nos conocemos, pero me sigue hablando de usted) y hoy he salido a dar un paseo y he vuelto a pasar para ver si tenía suerte y la veía.

Con María me encanta hablar de su vida, una vida llena de lucha, de batallas ganadas y perdidas. No tiene hijos y es viuda desde hace... no se acuerda muy bien, pero muchos años. No tiene familia pero sí muchos amigos, y no lo dudo, el carácter de María hace que sea una de esas personas con las que te gustaría estar para siempre. Vital, optimista, dulce, encantadora, luchadora, bella por dentro y por fuera .
La última vez que vino a visitarme fue por Navidad, estaba muy contenta porque le habían dado plaza en una residencia para pasar unos días en esas fechas. Le encanta pasarlo bien, bailar (lo que su cuerpo resista), ir al teatro, al cine, en definitiva, vivir. María tiene noventa y dos años y todavía se maneja sola y alegre como si la vida no le pesara.

Para María había una entrada obligada en Dos Segundos, alguien a quien conocí por casualidad y ha sido capaz de proporcionarme momentos inmensamente agradables, simplemente con su presencia.
¿Quién dice qué la vejez es desagradable y aburrida?
Depende del alma de cada uno, y María es el ejemplo de lo contrario. Vive esta etapa de su vida con dignidad, asumiendo sus limitaciones y como ella dice: yo no soy vieja, soy anciana,viejos son los muebles, los zapatos...
En una ocasión, María me contaba acerca de su infancia. Como casi todas las personas con una edad considerable, recuerda mejor aquellos tiempos, que lo que hizo ayer. Me decía que sobrevivió al hambre gracias a las gachas que hacía su madre, de agua y harina, a las que cuando buenamente podía les echaba cuscurrones de pan y algo de azúcar. Su madre le decía que si comía estas gachas, estaría tres días guapa y ella algo presumida ya desde pequeña, procedía a hacerlo. También el hambre hacía que no tuviera mucha elección. Los días posteriores no paraba de mirarse en un pequeño espejo que tenían medio roto en un comedor, y¡ sí, era verdad, estaba más guapa!


Para ella voy a cocinar estas gachas. Yo las voy a hacer con algunas modificaciones respecto a aquella época. Con leche en vez de agua, pan, almendras fritas y miel de caña. Así me las hacía mi abuela, y curiosamente me contaba una historia parecida, que en tiempos de hambre era de lo que se alimentaban y que si las comías te ponías tres días guapa. Ni a María ni a mi abuela les hacía falta comer gachas para estar bellas.

A María le gusta cualquier música que le haga sentir que su corazón sigue latiendo. Yo he elegido una canción de Nina Simone, que puede definir cómo es ella.
No tiene casi nada material, tiene su ser, alma, libertad y VIDA.¡LO TIENE TODO!

Gachas con miel de caña, almendras y cuscurrones de pan frito.

Ingredientes


.
Harina de repostería (2 ó 3 cuacharadas soperas)
. Una cucharadita de matalahuga.
. Trocitos de pan.
. Almendras.
. Miel de caña (al gusto)
. Una pizca de sal.

Elaboración

En una sartén echamos un chorrito de aceite, ponemos a calentar, y antes de que empiece a humear, añadimos los trocitos de pan.
Cuando el pan esté tostado, se saca y se añade a la sartén la matalahuga y las almendras partidas en dos (yo no les quito la piel).
A parte en una cacerola se ponen dos vasos de leche. Antes de que empiece a calentar, añadimos la harina sin dejar de remover para deshacer los grumos y que empiece a espesar, con cuidado de que no se pegue y envolviendo de abajo a arriba. Tiene que quedar una masa espesa a la que añadimos el pan frito, las almendras y la matalahuga.
Seguimos cociendo un minuto más y apartamos. Servimos en un plato hondo y por encima echamos miel de caña al gusto de cada uno.

Hay quien tuesta la harina en una sartén, hay quien aromatiza la leche con canela en rama, cáscara de limón o rama de vainilla. Yo nada de esto le echo, las hago según la costumbre de mi abuela. Seguro que casi todos habréis comido este delicioso plato alguna vez o lo habréis visto hacer en casa. Que cada uno coja el modo de hacerlas que más le guste pero sobre todo saboreadlo a fondo, ya que es fácil, económico y delicioso. Aconsejo tomarlo en noche de bastante frío.
Y ¡ a estar guapo tres días!

 
Gracias María, por el encuentro fortuito de aquella fría mañana de enero.
 


martes, 22 de enero de 2013

Los veintiséis,¡ lo conseguimos!


Sí, después de algunos años, nos hemos reunido todos los primos por parte de mi padre, cada uno con nuestras respectivas familias.
Esto era casi imposible, primos que viven muy lejos de nuestra ciudad, niños muy pequeños, horarios de trabajo imposibles de compaginar con ocio, pero el cuatro de enero de 2013 ¡lo conseguimos!
Todos, formamos un grupo de veintiséis.
Hace unos años quisimos mantener la costumbre que habíamos vivido en Navidad. Siempre por Noche Buena, nos reuníamos con la familia de mi padre en casa de mis abuelos o en la de mi tía. Esto fue así hasta que mis abuelos se marcharon para siempre. Luego cada uno tomó su rumbo.
Hasta que un día tuvimos la genial idea de seguir reuniéndonos todos los primos  cualquier día de la Navidad, como lo hacíamos durante nuestra infancia en Nochebuena. Tengo que decir, que soy la mayor de los ocho y la única mujer. ¿Por qué cuento esto? porque cuando nos juntábamos de pequeños, no había ni una mala muñeca, ni cocinitas, ni nada que a una niña le pudiese gustar. Abundaban los coches, las pelotas, los "Airgamboys" ahora llamados Playmobil. Sin embargo, lejos de ser una noche aburrida para mí, yo me lo pasaba en grande con todos mis primos y deseaba que llegase ese día para estar todos juntos. Ahora, después de haber pasado ya unos cuantos años... de todo esto, nada ha cambiado a la hora de pasarlo bien cuando nos reunimos. Bueno, sí hay algo que ha cambiado, yo he conseguido cinco primas, dos hermanas más un montón de sobrinas, hijas de mis primos.
 Hoy he hecho una excepción y con el permiso de todos he mostrado una foto familiar de ese momento. La ocasión lo merece.

¡Qué no pase mucho tiempo para volver a estar todos juntos!
Fue un día perfecto.

Hoy vamos a tomar un exquisito lomo en manteca colorá de los Montes de Málaga, receta sencilla y que puede ser la puerta de entrada como aperitivo, en cualquier reunión familiar. Acompañad con un buen vino.



Ingredientes

. 1 kg de lomo de cerdo.
. 3/4 kg de manteca de cerdo ibérica.
. 1 vasito de vinagre.
. 1 cucharada de orégano.
. 1        "         sopera de pimentón dulce.
. Tomillo.
. Sal.
. 1 hoja de laurel.
. 1/2 vaso de agua.

Elaboración

En una fuente honda, ponemos el lomo en trozos y le añadimos todos los ingredientes, menos la manteca. Se deja macerar 24 horas en el frigorífico. Al día siguiente, ponemos a derretir la manteca en una sartén. Sacamos los trozos de lomo y los doramos un poco en la manteca. Cuando esté el lomo dorado, se añade el caldo previamente colado, y dejamos cocinar el lomo hasta que esté hecho por dentro, el caldo se haya consumido y la manteca esté derretida.
Se vierte en un recipiente hondo, debiendo quedar el lomo totalmente cubierto por la manteca, para que se conserve bien.

jueves, 3 de enero de 2013

¡No lo puedo evitar!

Alumbrado Navidad - Carrera del Genil

Tres de noviembre, deambulo por los pasillos de un hipermercado haciendo las compras de rigor. Cual es mi sorpresa, cuando en uno de los pasillos centrales,  están colocando los artículos de Navidad. Entiéndase bolas, espumillones, árboles, figuritas para los belenes, todo un sinfín de elementos para que nuestros bolsillos empiecen a funcionar. En los pasillos colindantes, empiezan a montar los juguetes junto a restos de disfraces, que aún están calientes de la noche de Halloween. Yo, que como me dicen en casa, vivo en una Navidad permanente, ¡me empieza a dar por el cuerpo una alegría! que no puedo describir muy bien. En estos momentos he encontrado mis dos segundos.
Soy de las que, cuando veo estanterías cargada de artículos navideños, siempre busco el muñeco musical y bailón (Papá Noel, reno, osito, muñeco de nieve...) que al pulsarle en un botón de la mano o de la patita, baila y canta alguna canción navideña. Y sin reparo alguno, le pulso, pero no solo a uno sino que pongo en funcionamiento todos los que haya en las estanterías. Esto, bajo la atónita mirada de los que se encuentran a mi lado. ¡No lo puedo evitar!

Camino unos pasos y me encuentro a unos conocidos, nos paramos a saludarnos y me dicen: ¡qué asco! ya tenemos la Navidad encima.Yo no lo entiendo,¿qué asco?. Te pueden gustar o no estas fechas pero ¿qué te produzcan asco?
Sigo haciendo mis compras, y pienso "cada vez nos adelantan más la Navidad, ¡qué bien!". Avanzo unos metros y otro encuentro con otros conocidos, saludos, preguntamos mutuamente por las familias, despedida y comentario (de ellos) -vamos a salir por este lado del hipermercado, porque en la salida que nos vendría bien, ya está todo lo de Navidad, y nada más verlo se me revuelve el estómago.
Y sigo pensando ¡otros!, que son capaces de andar cargados con la compra un montón de metros más, por no pasar por el pasillo donde está  la Navidad. Bueno, cada uno tiene su opinión y es lo mismo de válida que cualquier otra.

Y sigo comprando...tercer encuentro, conversación amena hasta que llega la pregunta ¿has visto que ya están poniendo lo de Navidad? y sin darme opción a respuesta, sigue la conversación: Si pudiera, me dormiría el día 21 de diciembre y despertaría el 7 de enero, ya en rebajas. Nada más pensar en reuniones familiares, aguantar a mi cuñado y a mi suegra el día de Noche Buena, y si es el día de Navidad, ni te cuento. Este año toca con los míos, no soporto ni a mi hermano ni a sus hijos¡ porque mis padres viven todavía, pero el día que no estén...!

Ahí empiezo a desconectar, y pienso, en menos de media hora me he encontrado con personas distintas, no se conocen entre sí (por pensar que pudieran estar compinchados), y a todos, la Navidad lo menos que le produce es nausea ¿seré yo la equivocada?

Yo, que estoy deseando de volver al pasillo en cuestión y echarle el último vistazo antes de irme. Llegar a casa y cuando vea a mis hijos poder decirles con gran alegría ¡niños ya están poniendo" lo de Navidad "en las tiendas!
¡No lo puedo evitar!

Y no termina ahí. Desde ese día hasta el presente, no he encontrado a alguien que después de felicitarme las fechas en cuestión y desearme lo mejor para este año, me haya hecho un comentario distinto a los anteriores.
Y a mi, ¡no lo puedo evitar!, me gusta la Navidad.

Si vuelvo la vista atrás, quizás tenga más motivos para odiarla que para disfrutarla, pero.... elegí la segunda opción.
Mi casa empieza a parecer un museo a la Navidad desde el día 1 de diciembre hasta el día que empiezan los niños el colegio, que por arte de magia y con toda la pena del mundo, desaparece todo el decorado navideño.
En cada rincón hay un muñeco navideño. Estrellas colgadas en los pomos de las puertas, osos polares (pequeños) en las estanterías de los libros, casitas navideñas con luces iluminando un rincón del pasillo, el árbol en el salón y el tradicional Belén. Por supuesto, no faltan la zambomba y la pandereta . Toda una interminable colección de artículos, que sólo ven la luz en esta época del año (taza de desayuno, azucarero de Papá Noel, pijamas navideños, ropa interior navideña, jersey de renos y abetos en rojo y verde...) toman posesión de mi casa bajo la paciencia de algún miembro de la familia que como a muchos, estas fechas son una verdadera amenaza para su salud. Pero...¡no lo puedo evitar!

Me preparo una auténtica selección musical propicia para esta época, eso sí, casi siempre en tono de Jazz. Al mismo tiempo, otra variedad de películas navideñas que antes he elegido cuidadosamente, pasan a ser las protagonistas de la pantalla de mi televisor, entre las que no faltan cada año "Qué bello es vivir" y "Cuento de Navidad" en cualquiera de sus versiones.

Pienso con gran ilusión en el menú de los días grandes de estas Fiestas. Pregunto dónde nos vamos a reunir, propongo siempre mi casa (aunque pequeña para muchos, pero acogedora para todos). Me encantan esas reuniones en las que faltan sillas y terminamos comiendo en banquetas de cocina, de cuarto de baño, las sillas de los cuartos de los niños e incluso pidiéndole a los vecinos alguna que no vayan a utilizar. Quitamos algún mueble y lo llevamos a otra habitación para que podamos entrar todos en la misma estancia, pero al final de lo que se trata, que es de estar todos juntos, lo conseguimos.

Entre medias a estos días, están las actuaciones de los niños en los colegios. Prepara trajes, ensaya con ellos lo que tienen que decir, compagina todo esto con trabajo y asuntos familiares especiales, que el que más y el que menos los tenemos. Pero...¡no lo puedo evitar! me gusta la Navidad.

Y sigo pensando (dejando a un lado el tema de adornos, comida, compras, villancicos, etc) en lo triste que resulta, que el sentimiento desagradable que producen estas fechas en algunos, sea por el simple hecho de juntarse con los suyos durante unas cuantas horas para pasar, se supone, un buen rato.

Intentando comprender ese sentimiento de nausea a estas fechas, me pregunto si esa sensación vendrá por el hecho un poco obligado socialmente, de reunirse con la familia en estos días y no en otros, o por lo que conlleva la fiesta en sí (compras, regalos, gastos..)

Me faltan familiares, me faltan amigos, y como dije al principio, puedo tener más motivos para odiar que para gozar de la Navidad.
Mis amigos me dicen que pertenezco a una especie en vías de extinción. Quizás tengan razón pero...¡No lo puedo evitar!,me gusta la Navidad.

Desde Dos Segundos,¡¡ FELIZ NAVIDAD!!..


A veces unas sencillas palabras, son las que nos dan esos dos segundos tan necesarios para sentir que el alma se engrandece. Sólo tres palabras han sido los míos en estas fechas ¡encontrad los vuestros!



La música de hoy, acorde con las fechas, pero a elegir por los visitantes al blog.
Edward Scissorhands, Louis Armstrong, ¿Qué es?

La receta: un estupendo pudin de turrón, el cual fue elaborado por mi cuñada para la Noche Buena y degustado por el resto de la familia, ¡exquisito! y muy fácil.




Pudin de Turrón:

Ingredientes:
. 1 lt de leche
. 1 brick de nata de 200ml
. 2 sobres de flan "el mandarín"
. Una tableta de turrón blando
. 2 cucharadas de azúcar moreno

Elaboración

Se pone toda la leche menos una taza (en la que se disuelven los sobres de flan) junto con toda la nata al fuego. Añadimos la tableta de turrón desmenuzado y removemos constantemente. Cuando comience a hervir, echamos la taza con el resto de leche y el flan disuelto. Removemos un poco, echamos el azúcar y apartamos del fuego cuando se nos haya espesado.
Volcamos en un recipiente y dejamos enfriar, desmoldamos con cuidado y adornamos con lo que queramos (barquillos de galleta, alguna figurita de chocolate...).

*Si sois muy golosos, acompañad con nata. Nosotros nos lo comimos tal cual y ¡riquísimo!